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martes, 29 de marzo de 2011

fragmento de un fragmento



Con todo lo que se ha colocado en su puesto ya debería tener algo así como el inventario de los requerimientos esenciales para que las cosas marchen de manera que pueda dejar satisfechos a todos, empezando por mí por supuesto.
Hace tiempo, poco la verdad, las cosas fuera de lugar tenían color. En estos días se supo que eso había sido un invento de alguien que tiene el poder de hacer nacer o al menos acceder a la sensación maravillosa y dolorosa de la vida. Nadar entre la piel de deidades como la que refiero debe ser como vivir en el liquido de la barriga de mamá, vivir sin necesidad de respirar, con los ojos que miran a centímetros (dos o tres) como única luz. Y fue hace poco tiempo, y quizá sea por eso que se espera su regreso. Por supuesto sabemos que eso no tiene porque suceder. Eso alienta la esperanza de que pase porque la primera vez que paso no tenia porque pasar y luego ahí nos tuvo el mundo, ahí nos tuvo la luz del sol, la luz de la luna, la de alguna luciérnaga extraviada; y el suelo, la hierba desnuda de los alrededores de la ciudad, la ciudad desnuda, el enojo de los que viven en la ciudad vestida.

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